jueves, 24 de febrero de 2011

A mí no me engaña

Yo la vi salir esta mañana, la muy hipócrita, con su carita de mosca muerta. Llevaba un chal para ocultar el rostro, pero a mí no me engaña, sé mucho de ella.
 
Hace unos años que vive frente a mi casa. Llegaron un día, bueno, una noche, traían pocos muebles, a esa hora casi todo el barrio dormía, menos yo. Me levanté en camisa de dormir cuando oí la llegada del camión. ¡Habráse visto, a esa hora! No me fío de la gente que se esconde en la oscuridad. Yo todo lo hago a la luz del día, todos  conocen que soy un alma de Dios, voy a la iglesia y rezo mucho. Sin embargo ella, quién sabe, se lo pasa escondida haciendo  qué conjuros, yo la observo a través de los visillos de la ventana, claro que se sabe ocultar muy bien, pero a mí no me engaña, nadie me va a sacar de la cabeza que ella mató a su difunto marido, pobre, que en paz descanse. Tal vez mató a otros más, quién sabe, pues dicen  que ya era viuda y que ahora lo es por segunda vez.  Yo después de la muerte de mi Agustín nunca más me he vuelto a casar. Lo echo de menos pero me aguanto,  soy muy seria y le guardo riguroso luto, no como ella, la muy cínica, se muestra toda llorosa y pone cara angelical cuando alguien la saluda, debe de andar en busca de otro tonto para echárselo después, ¿no? Todos los días sale a barrer la vereda, y se me queda mirando con una sonrisa tan dulce, que me aterra. Me pregunto si no se sentirá culpable, yo sí estoy tranquila, sólo le di a tomar a mi marido un zumo  y coincidió con su fallecimiento. Ah, pero ella no, estoy esperando que cometa un solo error para descubrirla, no le van a quedar ganas de seguir viviendo en este barrio tan decente. Todo lo hace para despistar, claro, el pobre marido de repente amaneció enfermo y de allí al poco tiempo se murió. ¿Qué extraño, no? Ni siquiera hubo una misa por el finado, lo mandó incinerar rápidamente, así lo habrá hecho con los anteriores y por supuesto, borra todas las evidencias del crimen. Ya ve que el doctor es muy ingenuo, no detecta nada, le falta ser más desconfiado, él mismo fue el que revisó a mi  marido, como le decía, sólo le di a tomar un zumo de pichoa, mi comadre me lo recomendó. Claro que la mosca muerta lo habrá hecho a propósito, si  el hombre era bien trabajador, en cambio mi Agustín  se la pasaba pegado a la botella y del trabajo, nada. Yo sólo quería darle un sustito, pero ella lo habrá estado preparando con tiempo y así deshacerse de él, ¿no? Si parece que no rompe un huevo la muy descarada.
 
Mi  Agustín tuvo una diarrea tan fuerte que se despachó en pocos días. Yo  pienso que tal vez ya estaba para morirse, por cierto que nadie me va a quitar de la cabeza que esa mujer gozó cuando su marido se estaba muriendo; mi Agustín  casi ni sufrió, a lo mejor tenía cirrosis, ahora estará descansando, porque esa es una enfermedad terrible, y viera que se sufre, yo conocí a uno que se fue consumiendo poco a poco el pobre mortal, mi Agustín se limpió por dentro de tanta porquería que tomaba, y murió sin saberlo y rapidito. El doctor lo examinó y dijo que había sido una hepatitis aguda, por eso yo no tengo remordimientos, pues su muerte no fue causada por el zumo, ya estaba para morirse, ¿no le parece? Lo enterré con todos los honores, viera qué funeral tan lindo, lleno de flores y acudió todo el pueblo, no como ella que no hubo ni un entierro decente para el finado. Para qué le cuento la misa que le hizo el curita a mi Agustín, con todas las de la ley que me puse a llorar como nunca de la emoción. Yo rezo mucho por él para que obtenga el perdón por todos sus pecados, no como esa mojigata del frente, cada vez que me asomo a la ventana, allí está dando de comer a los mendigos, puros harapientos y zánganos de la sociedad.  Sé que es sólo un teatro   para verse bondadosa, mas estoy segura que les está dando algún veneno y así lentamente exterminar a todos los indeseables de este pueblo, pobres cristianos, no debería nacer gente para andar de esa manera con su miseria a cuestas, dan una terrible lástima con ese aspecto limosnero. Yo no la pierdo de vista, me la paso teje y teje junto a la ventana, sin que se de cuenta la vigilo hasta de noche, pues me pasa que últimamente no puedo dormir, no sé por qué.
 
El otro día trató de sobornarme, seguro para que no la descubra, me ofreció unos panecitos que ella misma hizo, claro que se los recibí, olían muy apetitosos, pero luego se los di a comer a un perro vagabundo y qué raro, no ha vuelto por estos rumbos, de seguro que tenían veneno, de sólo pensarlo se me revuelven las tripas y se me pone carne de gallina todo el cuerpo, la muy pilla pensaba que con su generosidad me callaría para siempre. Se equivoca,  soy más astuta que ella y no me fío de su sonrisa hipócrita, aunque esté lista para darme el zarpazo yo no le doy la espalda. No señor, uno de estos días la voy a denunciar porque la calle, tan tranquila antes, ahora parece un desfile de mendigos y atorrantes de dudosa calaña y lo peor es que se vienen a golpear mi puerta. Por supuesto que no les doy nada. No señor, qué se han creído, ¿qué este es un orfanato? Si se mueren que sea ella solita la culpable. ¡Habráse visto! Qué yo pague el pato por ella. ¡Asesina de su marido y quizás de cuántos otros más! ¿Quién puede confiar en alguien que no demuestra ni la pizca de remordimiento? ¡No, a mí, no me engaña!

jueves, 17 de febrero de 2011

A TRAVÉS DEL SILENCIO

Quisiera deslizarme por la ventana de tus sueños
cuando la paloma noche abandona su nido.
Llegar a ti estremecida
quemando demasiada espera con un beso.

Llegar a través del silencio que dejaron
las palabras no pronunciadas,
extraviadas en las páginas del tiempo,
y confundir las sombras que se hallan perdidas.

No hay temporal que impida nuestro abrazo
que yace abandonado por silente ausencia.
No hay tinieblas en una relación
anhelada  en abismal lejanía.

Quisiera seguir unida a tu piel,
que estés dentro de mí, río sobre río
dejando que la corriente nos devuelva al punto de partida.
Un comienzo sin final, una separación nunca anunciada,
redimir lo imposible.

Desde mi sueño al tuyo, un beso agonizante.
Un abrazo encadenado a la raíz de tu cuerpo.
Un deseo que incendia la distancia
y nos une con su lengua de fuego.


ENTRE LÁGRIMAS Y SUSPIROS.


Ya no pido mucho,
se ha extinguido el fulgor de tu mirada.
Como estrella fugaz cruzaste el cielo,
mi casa, la calle.
Todo es ahora congoja.
Pájaros han callado sus trinos,
esconden su nostalgia entre  alas  de olvido.
Y tú, ¿encenderá tu luz otra dimensión,
esperanza que terminará
como cae la noche sobre el ventanal vacío?

Todo ha terminado y para siempre:
tu risa que ondeaba en el viento,
tu voz, el susurro de tu melodía
ha quedado en mi corazón suspendido.

Todo ha terminado, fatídica noche de duelo
ha extendido su manto oscureciendo mis días.

Estamos tristes,
digo trémula a la imagen que refleja el espejo,
yo, tu sombra, tus pisadas incrustadas en  el recuerdo
que merodea cada pieza, cada sitio.
Tus huellas que no borrará el olvido.

Todo decae como el crepúsculo cada atardecer,
suerte de nostalgia,
de luna sin brillo, de mar en tinieblas.
Un manto cae y no es lluvia,  es algo que hiere
y lástima más allá del corazón.
Te hablo en la soledad  de la pieza,
no hay respuesta a tanta agonía.

Mientras afuera la noche me cuenta con su telégrafo oscuro
que no volverás,
que has cruzado el océano
de la eternidad sin retorno.

Yo enjugo el pañuelo de la despedida
y te digo adiós,  adiós amado mío,
entre lágrimas y suspiros,
en esta noche llena de sentimientos
que no deja entrever la luz del día.